La Cita
Era la hora. Ya había dado más vueltas de las debidas y decidió aparcar. Giró la llave de contacto y la música cesó. Respiró sintiendo el aire llenar sus pulmones y abrió la puerta del coche. Bajó y cerró.
Allí estaba. La tenía frente a él: estaba increible. Intentó encontrar en su memoria otra imagen en la que ella apareciera más luminosa pero fue en vano. Sintió que el corazón se le aceleraba y las rodillas flaqueaban.
Había acudido con ansiedad por volver a estar junto a ella, con la inquietud del resultado en la nueva cita, con la resolución de una relación adulta y cabal, con premura pero aplomo... y ahora se sentía como un colegial esperando para pedir baile. La entereza tan bien pensada durante días había desaparecido...