jueves, 5 de junio de 2014

La nube



Descansaban, tumbados del lado izquierdo, plácidamente, los ojos entrecerrados, la satisfacción en los rostros. El brazo de él, relajado a lo largo de la almohada encaja en el hueco del hombro femenino. Mientras olía su pelo, la mano derecha rodeaba su cintura.
Las respiraciones pausadas, tranquilas, acompasadas. Piel contra piel, la fragancia de la tranquilidad envolvía el tálamo. La sensación más parecida a la vaporosidad de yacer en una nube.

Un leve movimiento de cadera activó el oculto resorte que libera el bombeo de la sangre por los cuerpos y a medida que los corazones se aceleraban, las manos buscaban el roce de zonas más exclusivas, el desahogo de los dedos.

Con lentos movimientos, juguetones, caricia hecha gozo, ambos fueron tomando temperatura y entrega. Fueron recorriendo lugares comunes, erizando la piel. En un momento ella giró, de forma imperceptible, el cuerpo colocando sus manos junto a la cara, como en un vano intento de ocultar su azoro, arqueando la cintura, dejando la cadera elevada y separando las rodillas al tiempo que las doblaba. Una mirada furtiva, el brillo juguetón de sus ojos, un profundo suspiro...

...ahora sí que mientras la mano izquierda quedaba libre para juguetear con los dos erectos pezones, flotando a ras de sábana, la derecha se deslizaba por la redondez de sus nalgas para, con sus dedos, ir en busca de la más de las preciadas sonrisas...

...sueños cálidos, de corazones ardientes, ansiosas respiraciones, movimiento lentos, sensaciones húmedas, susurros cómplices, comunión de pieles que permiten acomodarse, sin que se rompa, en los pliegues de la nube...