martes, 19 de febrero de 2013

Lujuria

Me dices que lo nuestro es lujuria. Que no tengo más que lujuria. Y es falso. Tú modificas mis necesidades, das la vuelta a mis principios. Porque ahora tú eres el principio y posiblemente el fin. Y soy feliz en el pecado. Me condenaré para la vida eterna y sólo espero compartir condena contigo.
No es sólo lujuria, es también gula, porque no podría poseerte sin comerte y no conseguiría saciarme ni en el empacho. Es gula porque sin verte, ensalivo y al estar juntos todas nuestras glándulas segregan fluidos,  estallan y se rebelan.
Es pereza, porque no hay tiempo al estar juntos, no hay prisa, no hay más que relajo y disfrute. Estar detenidos el uno en el otro, recorrer distancias sin movernos, dejar que el mundo gire sin nuestro permiso. 
Es avaricia porque desearía que nadie más te viera, te rozase, te hablase... desearía tener todo tu tiempo, toda tu presencia y aún seguiría deseándote. 
Es ira por tu ausencia, por no poder clamar al viento que estás conmigo. Es ira por no tener días más largos ni momentos más intensos.
Es envidia de otro que te toque, te roce, te mire al pasar por la calle, en un semáforo, en un portal. Es envidia del brazo al que te agarres. Es envidia de la ropa que te cubre, inocente, aunque no pudiera sustituirla. 
Es la soberbia que reflejo al pasar porque, aunque ellos no lo sepan, se me nota: se te nota en mi caminar.
Eres tú mi lujuria, mi pereza, el origen de mi gula, mi avaricia; es tu ausencia mi ira, mi envidia. Eres tú, saber que existes para mí, la razón de mi soberbia, del paso ágil y ligero con que marco las calles.

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